La enfermedad forma parte de nuestra experiencia humana. Pero, si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana.
Cuando caminamos juntos, es normal que alguien se sienta mal, que tenga que detenerse debido al cansancio o por algún contratiempo. Es ahí, en esos momentos, cuando podemos ver cómo estamos caminando: si realmente caminamos juntos, o si vamos por el mismo camino, pero cada uno lo hace por su cuenta, velando por sus propios intereses y dejando que los demás “se las arreglen”. Reflexionemos sobre el hecho de que, es precisamente a través de la experiencia de la fragilidad y de la enfermedad, como podemos aprender a caminar juntos según el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura.
Oramos por ti, un familiar, un amigo, un conocido… Contacta con nosotros en sacristía.
<<Padre, Tú lo puedes todo; te pido humildemente por su sanación. Pero, si son otros tus designios, te pido le concedas la gracia de sobrellevar cristianamente su enfermedad.
Tú, que tratabas a los enfermos con tanta delicadeza que todos venían a ti, dame esa misma ternura y fortaleza, ese tacto que es tan difícil de tener cuando estoy al lado de un hermano enfermo.
Que yo sepa dominar mi nerviosismo para no agobiarle, que sepa sacrificar una parte de mis ocupaciones para acompañarle, si es su deseo.
Yo estoy lleno de vida, Señor, y te doy gracias por ello. Pero haz que el sufrimiento de los demás me santifique, formándome en la generosidad y en la caridad.>>