En nuestra parroquia ponemos en el centro de nuestra atención la espiritualidad como dimensión que debe de ir configurando toda la existencia de la persona: convicciones, sentimientos, actuaciones. Algo que nace de la fe en Dios, del encuentro con Cristo, de dejarse llevar por su Espíritu, y afecta a toda la vida. Como dice San Pablo: “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20).
Una espiritualidad que no se restringe únicamente a los aspectos, así llamados, religiosos: la oración, el culto, las devociones, sino que va más allá, implicando a toda la existencia humana, personal y comunitaria, que se pone en marcha. Es un estilo de vida que da unidad profunda a nuestro orar, pensar y actuar.
Esta espiritualidad en la parroquia la cuidamos desde diferentes ámbitos: